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Aura

Carlos Fuentes, Alianza Cien, colección Cuerpos y ofrendas

El hombre caza y lucha. La mujer intriga y sueña; es la madre de la fantasía, de los dioses.
Posee la segunda visión, las alas que le permiten volar hacia el infinito del deseo y de la imaginación...
los dioses son como los hombres: nacen y mueren sobre el pecho de una mujer...
Jules Michelet (prólogo de Aura)

Solo las inagotables fuentes del aura de Carlos Fuentes podían estar detrás de Aura (1962), una novela breve macabra y perfecta, penetrada por un erotismo tan fantástico como fúnebre y que termina desembocando en el horror. Escrita en forma de monólogo auto-referencial, Aura es (entre muchas otras cosas) una sesuda reflexión sobre la identidad mexicana y su desarraigo. Un problema que desde la Conquista se ha mantenido como un interrogante que exige respuestas.
La joven Aura, con “...esos ojos de mar que fluyen, se hacen espuma y vuelven a la calma verde, vuelven a inflamarse como una ola” y su belleza salvaje, junto con la anciana Consuelo (su destartalada y casi esquelética tía) son las guías y responsables de conducir el viaje del historiador Felipe Montero hacia un pasado nostálgico y glorioso que, con el paso del tiempo, termina transformado en presente tenebroso y trágico. Un pasado que lucha por imponerse y renacer entre el polvo de las crónicas, las carreras de las ratas, las cintas de terciopelo que sujetan los folios amarillentos, los edredones raídos ya sin lustre y la oscuridad de la casa.
Tiempos idos recreados una y otra vez, desde el profético epígrafe de Jules Michelet, hasta la última línea de la novela. Antigüedad anquilosada en el rojo del tezontle, piedra que usaban los aztecas en los templos y palacios derribados por los conquistadores y que luego sirvió para construir iglesias, y que en el presente aparece carcomida por los excrementos de las palomas y el inexorable paso del tiempo. Pasado que Felipe Montero debe reconstruir en su magna obra para ganarse el sustento y la estadía en la casa y que lo obliga a penetrar en la historia escrita por el general Llorente para traducirla, sintetizarla, interpretarla y re-escribirla, partiendo de la historia oficial para llegar a una nueva y verdadera Historia, con mayúsculas.
El tiempo y los tiempos son una marca personal de Fuentes. De una u otra forma todos sus textos, pertenezcan a la narrativa o al ensayo, retoman el concepto de la identidad nacional, del pasado anhelado o denostado, de la búsqueda de lo que es propio o de lo que se desearía que lo fuera.

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