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La decadencia de los dragones

William Ospina

Sin duda encontrar un libro de ensayos de William Ospina es una nueva oportunidad para apreciar su implacable y al mismo tiempo suave pluma, y para regocijarnos con su mirada sobre temas que tienen de divino y de humano.
La decadencia de los dragones es un libro que reúne doce textos en los que explora de manera exhaustiva los singulares malabares de algunos de sus escritores favoritos y de obras que han dado qué hablar en el mundo de la literatura. Pero esta mirada, como él bien lo insinúa en su invocación inicial, es una de las múltiples que se le pueden dar a cualquier obra: “El lenguaje (...) engendra lenguaje, y sobre las escasas dos mil páginas de Shakespeare se han escrito bibliotecas enteras, y en el único día de Leopoldo Bloom y de Dédalus han gastado millares de palabras y de días de muchos seres humanos, y sobre un haikú de diecisiete sílabas se puede escribir un tratado extensísimo”. Ospina explora en este libro, y en el ensayo que le da el nombre al volumen, un tema apasionante como es la pérdida de la imaginación en la época actual. Cabalga sobre la sombra del Quijote para demostrar cómo Miguel de Cervantes fue el iniciador de la pérdida de la fantasía para dar lugar a la existencia de la locura como representación del acto heroico: antes los héroes eran seres cuerdos y el mundo estaba enloquecido, plagado de seres y situaciones imaginarias a las que había que temer o enfrentar. La época actual, y a partir del Quijote, cargada como está de opciones individuales de vida, ausente de la parroquia y de lo común, ha creado héroes locos o desesperados luchando por situaciones irremediables sin la ayuda de unos pocos buenos amigos fantásticos, actores de la resolución de sus aventuras. La literatura actual carece, al decir de William Ospina, de dragones a los que sólo nuestra fe les de la oportunidad de vivir. Son seres fantásticos que han entrado al terreno infame de la irrealidad y ocupan con mucho un lugar privilegiado en las novelas pueriles o en fantasías escritas para niños. Los dragones han desaparecido para dejar el espacio a realidades pesadas y de cierta manera sofocantes: “Durante la Edad Media la humanidad europea había vivido en un universo fantástico. Sus magos, sus dragones, sus gigantes, sus hadas y sus gnomos eran el complemento cotidiano en un mundo en el que el ser humano occidental creía en cosas asombrosas”. (...) “Yo diría que ése es el universo fantástico que se ha ido derrumbando con las revelaciones del pensamiento contemporáneo”. El hombre dejó de ser el centro del universo, la naturaleza le reveló su poder y la religión le mostró sus limitaciones. Sin embargo, no es la fantasía la que se ha perdido. Para Ospina, es el “orden mental particular” el que ha soltado sus anclas para que los seres humanos viajen en sentido contrario a la idea de que la realidad está dividida en el mundo material y en el del espíritu. Aunque es explícita en este último ensayo su idea de la imaginación y la inocencia perdidas, los temas que ocupan el resto del libro no son menos incitadores y detrás de ellos está la columna vertebral de la lectura, la eternidad de las ideas contra su innovación.
Escritores como Borges (siempre Borges), Chesterton, Shakespeare, desfilan por sus páginas para darnos la idea, desde la mirada de Ospina, del significado inagotable del lenguaje, de la perenne reinvención de la vida desde la escritura, de los misteriosos secretos del amor y sus definiciones. Todo ello marcado por la reflexión sobre el lenguaje, el placer de la lectura y el deseo de volver a tener el privilegio de “soñar con inocencia” para lo que tendremos que descubrir, como dice Ospina en el final de su invocación, cómo volver a vivir con inocencia. Y ésta es la tarea más difícil.
Constanza Padilla

2 comentarios:

leonidas dijo...

este libro en verdad que me a gustado bastante. no conocia mucho sobre este señor willia ospina pero en verdad es un muy buen ensayista.

juan dijo...

estoy de acuerdo de la forma en que Ospina plantea contextualmente la imaginacion desde un punto de vista pracmatico del tiempo en que se desarrolla.