headerphoto

Exploración cualitativa de los Clubes de Lectores

Introducción

Desde el año 2002, Asolectura adelanta en Bogotá el Programa Clubes de Lectores, de promoción de lectura y escritura entre los sectores sociales menos favorecidos de la ciudad, al tiempo que se generan espacios de reflexión, debate y cuestionamiento de las prácticas generalmente utilizadas para esta promoción. Se parte de una decidida valoración de la palabra oral y escrita y de su contribución a la construcción de ciudadanía, rescatando la fuerza de la literatura para recrear diferentes maneras de aproximarnos al mundo y a los otros. En este sentido, el Programa Clubes de Lectores se distancia de las campañas que han acompañado el fortalecimiento de las bibliotecas públicas, más enfocadas en “promover la lectura como práctica cotidiana de los ciudadanos para informarse y entretenerse” (Ministerio de Cultura y Fundalectura, 2003. Plan Nacional de lectura y bibliotecas), pues estas propuestas quedan atrapadas en “dos extremos viciosos: el de una escuela que asocia la lectura a obligación y tarea y el de una biblioteca en donde se privilegian prácticas recreativas que pretenden despojar a la lectura de todo lo que la asocie con esfuerzo y dificultad”. (Asolectura. Clubes de Lectores: una propuesta de promoción de lectura y de reflexión sobre esta actividad).
A diferencia de este tipo de posiciones, los Clubes de Lectores se orientan por el principio de que formar lectores implica generar transformaciones personales significativas entre los beneficiarios del programa, a partir de la construcción de sentido que nace de compartir un texto literario.
Consideran, además, que la ciudadanía es una construcción que adquiere significados diversos de acuerdo con las experiencias y los contextos particulares de las personas, y que la lectura es una práctica privilegiada para la construcción de nociones de ciudadanía negociadas y compartidas por diferentes grupos sociales. En este sentido, podemos afirmar que la filosofía que subyace a este programa ha contribuido a empujar el desarrollo de la política pública distrital de fomento a la lectura (Alcaldía Mayor de Bogotá, 2006) y se constituye hoy en una contribución significativa para su concreción, avance y proyección hacia el futuro.
Con el propósito de sistematizar la experiencia adelantada por los Clubes durante el último año, Asolectura contrató esta exploración cualitativa de la operación y el impacto del programa, para identificar tanto los aciertos como los procesos que ameritan una revisión o ajuste en su implementación1. La exploración partió del análisis de las fuentes secundarias existentes sobre el programa2. Una vez revisada la documentación básica, se consultaron conceptos y propuestas que desde el campo de la formación de lectores y escritores me sugirieron las directivas de Asolectura (Larrosa, 2003; Larrosa et al., Arnaus et al. 1995; Castrillón et al., 2006; Petit, 1999; Montes, 1999)3. Luego se procedió a adelantar el trabajo etnográfico. Este combinó la visita y la observación participante en 30 de los 115 Clubes de Lectores que existen en la actualidad en Bogotá, con las entrevistas a los actores directamente implicados en el programa (asistentes, acompañantes e integrantes), las cuales se hicieron a partir de dos preguntas generadoras, para obtener respuestas que englobaban diversos aspectos de la problemática a analizar: 1. ¿Cómo ve usted hoy los programas de promoción de lectura y escritura en Bogotá?; 2. ¿Cómo quisiera usted ver en el futuro inmediato un programa de promoción de lectura y escritura?
Los temas tocados en las respuestas obtenidas se clasificaron en seis categorías: relevancia o afinidad con el entorno, correspondencia, pertinencia, contribución, impacto y desarrollo estratégico. Una vez clasificadas estas categorías, se precisó cada una de acuerdo con preguntas específicas. Adicionalmente, se consultó la opinión de tres expertas en la materia sobre diversos temas relacionados con la promoción de la lectura y la escritura, en general, y sobre el Programa Clubes de Lectores, en particular.

1 La fase exploratoria de esta investigación se realizó a partir del segundo semestre de 2006, concentrada en el período que va de junio a noviembre; sin embargo, las opiniones de algunos de los entrevistados se refieren a un período más largo, pues estas personas han participado en
el programa desde hace más de dos años.
2 Véase, al respecto, Castrillón (s.p.); Asolectura (2005; 2005-2006) y, en Asolectura, las actas e informes de asistentes de los Clubes de Lectores y los Boletines Clubes de Lectores Nos. 1-15.
3 En julio de 2006, presenté a las directivas de Asolectura la propuesta “Plan de trabajo para la evaluación de los Clubes de Lectores y un programa de promoción de lectura de la Red de Bibliotecas”. Esta propuesta se discutió y modificó de acuerdo con sus recomendaciones, antes
Las opiniones de todos los entrevistados fueron fundamentales para la elaboración de este informe, y todos ellos estuvieron de acuerdo en que sus nombres aparecieran en el mismo. Las 25 entrevistas realizadas se complementaron con la observación etnográfica de las actividades de los asistentes e integrantes de los Clubes. Ésta nutrió el análisis y permitió contextualizar las dinámicas con las que se articulan los Clubes y las que se generan a partir de ellos. Es a partir de estas observaciones que es posible ilustrar la manera como se organizan y funcionan los Clubes.
El presente informe, entonces, da cuenta de los aspectos relevantes de los procesos adelantados por los Clubes de Lectores en la promoción de lectura y escritura en la ciudad. Consta de cinco partes. En la primera describo la manera como se estructuran las actividades de los Clubes. En la segunda y la tercera describo algunos de los escenarios etnográficos estudiados, a partir de la narración en primera persona, buscando ilustrar la estructura y el funcionamiento de dos Clubes, para dar cuenta del complejo entramado de prácticas, significaciones y subjetividades en juego que articulan el programa: con el primer caso se enfatiza la gestión de los integrantes, vecinos de barrio, para formar y dinamizar el club; con el segundo, en cambio, se resalta el papel del acompañante y el lugar estratégico de las organizaciones comunitarias para dar impulso al programa. En la cuarta parte analizo el componente conceptual y metodológico del programa. Y, para terminar, en la quinta parte sintetizo los puntos centrales de la exploración y señalo algunas recomendaciones.


Estructura orga nizativa de los Clu bes de
Lecto res

Un Club de Lectores es un espacio en donde se promueve una dinámica en
la que los participantes leen, comentan, discuten e intercambian obras literarias con otras personas, superando límites sociales, culturales y personales. Existen en la actualidad 115 Clubes en Bogotá, 30 de los cuales fueron examinados para este informe. Cada uno de ellos tiene un promedio de 10 a 15 participantes (Figura 1). No obstante, en algunos el número de participantes excede este promedio lo cual condiciona la calidad de la experiencia de la lectura. Los Clubes funcionan en bibliotecas públicas, en bibliotecas barriales pertenecientes a la red de Colsubsidio y a BibloRed, en centros comunitarios e incluso en casas particulares de algunos de sus miembros. Con respecto a la periodicidad (Figura 2), los resultados del análisis de los 30 Clubes confirman que la totalidad funciona con un esquema de sesiones periódicas que se realizan por lo general una vez a la semana, con tres horas y media de duración, en promedio.

Aunque se podría pensar que esta intensidad es baja para efectuar los cambios que el club se propone en relación con los comportamientos lectores de las personas que lo integran, resulta suficiente. Sus tiempos fluyen adecuadamente, en la medida en que el programa no se plantea intencionalidades formativas puntuales –como, por ejemplo, actividades específicas de animación de lectura, acompañadas de actividades lúdicas, sino el libre ejercicio de la lectura como centro fundamental de la reunión del club. Incrementar el horario no tiene sentido, si se considera que las tareas que se proponen los Clubes implican esfuerzos intelectuales que demandan tiempos personales a lo largo de la semana previa a la reunión del club. El programa ofrece libertad para que los lectores determinen sus propios tiempos y espacios para leer y vivir la lectura, de ahí que la experiencia lectora varíe de un club a otro y de una sesión a otra. A diferencia de los programas de promoción que se concentran en metodologías predefinidas, promover la lectura dentro de los Clubes es tan solo un camino hacia la lectura, no el punto de llegada.
En la medida en que los integrantes del club deciden autónomamente el tiempo de dedicación a la lectura y a la reflexión sobre los libros seleccionados, el club está en capacidad de mantener discusiones sostenidas que no son posibles en el esquema de otros programas de promoción de lectura, en los cuales las asesorías o debates coordinados son puntuales y se realizan en una sesión. El problema de tal esquema es que la mayoría de las veces la puntualidad del tratamiento de los temas deja truncas discusiones y reflexiones que los integrantes quisieran prolongar.


Los asistentes

Los Clubes de Lectores se conforman a partir de la promoción de los mismos por parte de un asistente, por lo general un estudiante universitario de disciplinas como literatura, lingüística o comunicación bajo la coordinación de Asolectura. La función del asistente es adelantar la gestión local para la estructuración de los Clubes. El asistente es el responsable de hacer circular la colección literaria del programa y de identificar y definir estrategias de motivación para la puesta en marcha y permanencia de los Clubes, reportando a la coordinación del programa las dificultades que se presentan en este campo. Una vez constituido un club, el asistente identifica el responsable del club, que se convertirá en acompañante del mismo. En un principio, le brinda asesoría y lo orienta, hasta que considere que el club, con la guía del acompañante, está listo para andar solo.

Auspiciados por la escuela de formación que Asolectura brinda a los asistentes de los Clubes, ellos terminan por convertirse en fuertes lectores capaces de investigar por su cuenta temas relacionados con los textos que se proponen para los Clubes, elaborar análisis críticos sobre la competencia lectora y escritora desarrollada en los Clubes y viabilizar las potencialidades creativas de sus integrantes. Se forman así como mediadores entre la literatura y los lectores, capaces de compartir su propia experiencia de crecimiento en la lectura con grupos heterogéneos y de salvar escollos en el camino que les implica la mediación. Veamos la opinión de Clara Perdomo, integrante de club “Lectura de Mujeres”, de la localidad de Bosa, sobre el papel de la asistente del mismo:

Yoanna comparte con nosotros la lectura, no la lectura, en abstracto, sino cómo ella ha vivido la lectura de los libros. Ella nos cuenta cómo llegó al libro que nos presenta, por qué la sedujo, cómo lo consiguió, dónde y con quién lo leyó […] Comparte incluso experiencias no muy gratificantes con algunos libros. Ella nos habla de lo que lee y esto hace que el libro nos parezca familiar, cercano. A mí me encanta como comparte y lee con nosotras.

Sobre la capacidad para enfrentar dificultades, es impactante el siguiente testimonio de Paola Roa (asistente del club de lectores Café Literario Lectofilia Uaica, localidad Mártires), relacionado con su labor con el grupo de hombres en proceso de resocialización y rehabilitación de las drogas, en su mayoría habitantes de la calle desalojados de la zona de El Cartucho que hoy hacen proyecto de vida con el fin de reintegrarse a la sociedad de manera activa.

Al comenzar el club tuve muchas dudas sobre las lecturas que debía realizar. Nunca me había enfrentado a un grupo como éste, y pensé en ellos como poco receptivos y apáticos. Las primeras impresiones influyen bastante en la idea que uno se hace del lugar y en un sitio como la Uaica (Unidad Integral para Conductas Adictivas en el Hospital Santa Clara) esta primera impresión es tan agresiva y desoladora que es difícil planear un repertorio de lecturas; es una prueba al rol del mediador. Con el tiempo me he dado cuenta de que el resultado de esta prueba consiste en acortar las distancias y vencer los prejuicios; en la pasión y el amor que se sienta por lo que se va a leer; en la convicción de que el otro, quien quiera que sea, al igual que yo, se moverá al escuchar lo que el libro tiene para decirnos. No escogí los libros que llevé a la primera sesión pensando en los asistentes como un público al que hay que convencer, ni en lecturas que puedan hacer referencia a su situación (todavía no lo hago después de dos meses); al contrario, si trataba de despertar interés, de trasmitir algo, tenía que hacerlo con lo que más me gusta leer y compartir con los otros, lo que me apasiona y puede transmitir pasión por sí mismo, lo que mi experiencia como lectora y mediadora me dice que es de calidad. Llevé libros álbum y poesía, aun sintiendo el temor de que les podían parecer ridículos o, en el caso de la poesía, demasiado aburridos. Pero parece que acerté; la lectura de estos dos tipos de texto no puede faltar en nuestro club.

Para el programa, ninguna técnica puede suplir la experiencia personal que el promotor de lectura ha tenido con los libros. Los asistentes son autónomos en la utilización de recursos para animar la lectura, siempre y cuando no se conviertan en una distracción para el encuentro directo del lector con el libro. Todos los asistentes tienen claridad respecto de su función, que es “permitir que los lectores puedan vivir plenamente la experiencia de leer”. Como lo señala Carolina Navarro, asistente de los Clubes de Lectores de la Localidad de Ciudad Bolívar:
Me preocupa ver que en muchos talleres de promoción de lectura se hace de todo: jugar, dibujar, bailar, recortar, moldear plastilina, menos leer. Yo al ver esto me pregunto, ¿qué pasará el día que a los niños se les invite a leer sin todas estas actividades?, ¿serán capaces de leer por sí solos?

La concentración en la lectura demanda de los asistentes, los acompañantes y los integrantes un esfuerzo y un tiempo de calidad dedicados a la tarea que se les propone, pero es un esfuerzo que en palabras de todos ellos resulta gratificante, por lo estimulante para ejercitar el pensamiento y generar desde él alternativas a los modos hegemónicos de entender la realidad. Ilustremos este punto de nuevo con la voz de Paola Roa, al referirse a la preparación que le exige su trabajo con el club Café Literario Lectofilia Uaica:

Todo esto hace que, como mediadora, mi trabajo de preparación del club sea exigente y dedicado. Como dice Ana Siro, tengo que leer detenidamente los libros y tratar de ver en ellos las posibilidades de análisis y contextualización que pueden suscitar; es imposible identificarlas todas, claro, pero para incitar a la charla tengo que pararme sobre un terreno firme y haber reflexionado con anterioridad sobre los puntos claves.


Los acompañantes

Estas son personas de la comunidad que voluntariamente se proponen para promover, convocar, organizar y motivar a sus vecinos, amigos o colegas para crear los Clubes en las diferentes localidades. Se podría afirmar, entonces, que el acompañante surge en el momento en que un miembro del naciente club se ofrece voluntariamente para compartir la lectura de libros con otros, lo cual resulta una excelente manera de incentivar y entusiasmar a personas cercanas a incursionar en el mundo literario. En consecuencia, en muchos casos, personas de la comunidad que son buenas lectoras y están interesadas en promover esta actividad se postulan como acompañantes y forman un club. En otros casos, los acompañantes resultan ser las personas responsables de las salas de lectura de las bibliotecas públicas y comunitarias que participan en el programa.
El carácter voluntario del acompañante de los Clubes permite establecer ámbitos de colaboración social amplios en las tareas de promoción de la lectura. Por ejemplo, el acompañante puede ser quien identifique la existencia de un lugar adecuado para la reunión de lectura e invite a otros a unirse a él. Es así como se emprende conjuntamente la tarea de desarrollar el interés literario que irá uniendo a los lectores. Por lo general, los acompañantes son jóvenes cuyas edades oscilan entre los 22 y 28 años, con relativa paridad de representantes de ambos géneros. Una vez el club ha despegado, la labor de los acompañantes garantiza la sostenibilidad del club. Ahora bien, en algunos casos en los que el club se encuentra consolidado, la función de acompañante se rota entre los integrantes.


Los integrantes

Por último, encontramos a los integrantes de cada club. En la muestra analizada, se trata en su mayoría de niños y niñas entre los 7 y los 12 años, y de hombres y mujeres de los 17 años en adelante (Figura 3). Las dinámicas que determina la pertenencia generacional de los integrantes que asisten y participan en los Clubes de cada comunidad se hace notoria en los casos de algunas localidades. Por ejemplo, en Suba la formación de lectores de la primera infancia concentra mucha actividad, en parte debido al número de bibliotecas comunitarias con alta afluencia de niños y niñas. En localidades como Bosa, que dentro de la muestra concentra el mayor número de Clubes, hay núcleos pertenecientes a todas las generaciones, incluso con un buen número conformado por integrantes pertenecientes a la tercera edad. San Cristóbal y Ciudad Bolívar, en contraste, muestran una tendencia a la conformación de Clubes de jóvenes, si bien su número aún es bajo en relación con la población juvenil de ambas localidades

En lo que se sigue, me concentraré en el análisis del funcionamiento del programa. Valga la pena aclarar que los planteamientos se nutren principalmente de las entrevistas y observaciones realizadas en las localidades de: Suba, Ciudad Bolívar y San Cristóbal.


Club de Lecto res El Escar amujo


La impron ta del lugar

A diferencia de otras localidades pertenecientes a los estratos medios y bajos de Bogotá, la de San Cristóbal tiene una ubicación central; solo se necesita tomar la avenida circunvalar hacia el sur y ella nos lleva a sus puertas. Durante el trayecto es inevitable no pensar en la extensión de la ciudad, con sus contrastes y su historia. Al llegar a la Avenida 6, la ciudad vieja, de la cual hace parte el barrio Las Cruces, impregna con sus antecedentes de industria y clase trabajadora toda la localidad de San Cristóbal. Pero para llegar a Santa Inés, donde se localiza el club, hay que ascender hacia el cerro, dejando la circunvalar y tomando la antigua carretera al Llano. Allí, el verde, aunque escaso, contrasta con las ladrilleras detenidas en el tiempo que van apareciendo en la vía.
Era una tarde de un domingo de agosto cuando decidí visitar el Club El Escaramujo. En los barrios Altamira, San Vicente y Columnas por donde transité camino hacia Santa Inés, los jóvenes se arremolinaban en las entradas de las tiendas, algunos circulaban con parsimonia y otros conversaban en las esquinas. Me sorprendió lo empinadas y el relativo buen estado de las vías. A medida que me acerqué a Santa Inés, las edificaciones de ladrillo y pañete empezaron a asomar y las calles, a angostarse en su rumbo a la montaña. No sé si la cercanía al cerro o la ausencia de polvo me daban la sensación de respirar un aire más puro, de brisa de páramo, que me hizo preguntarme hasta cuándo perdurarían los restos de la reserva ambiental que una vez protegió estos cerros y de la cual hoy sólo queda el Parque Entre Nubes. Antes de golpear en la casa donde funciona el club, revisé algunas de mis notas sobre San Cristóbal: su poblamiento se inició hace 60 años; hoy reúne 104 barrios en los que se concentra el 8,2% (128.245 niños y jóvenes) de la población en edad escolar del Distrito Capital, que asciende a 1.572.925 habitantes4.


Nace un club
En el barrio Santa Inés vive Darío Gavilanes, un joven delgado, moreno, de ojos grandes, estudiante de octavo semestre de ingeniería industrial en la Universidad Distrital, quien voluntariamente ofreció su casa para que funcionara el Club de Lectores El Escaramujo. Así, desde hace aproximadamente dos años, la sala de su casa se abre semanalmente para recibir un grupo de siete jóvenes lectores cuyas edades oscilan entre los 22 y 27 años. Yo lo había contactado telefónicamente con anticipación y habíamos acordado la fecha y hora de mi visita. Luego de nuestro encuentro, Darío me invitó a sentarme y comenzamos a conversar. Calculé que debía tener unos 25 años, pero más tarde supe que tiene 27. Para comenzar hablamos de la población juvenil de su localidad. Con mucho manejo del tema, comentó:
La mayoría de los jóvenes de esta localidad están desempleados, provienen de familias no integradas y muy pocos de ellos pueden llegar a la universidad. Esta situación ha generado una juventud al margen, que además no se siente atraída por ningún partido político ni se juntan, a no ser en pequeños grupos locales, los “parches” que todo el mundo conoce, porque les gusta el hip hop, la capoeira, el rock metálico y otras expresiones que ellos asimilan para hablar y pensar sobre sí mismos y sobre las angustias de su gente. Es por esto que estamos pensando seriamente en abrir otros Clubes que les posibiliten a estos jóvenes otro espacio de encuentro y crecimiento diferente, como el que tenemos nosotros ahora.


4 Secretaría de Educación del Distrito, “Caracterización de la localidad 4, San Cristóbal, 2006.

Continuamos la conversación enfocándonos en los inicios de El Escaramujo. Según Darío, antes de vincularse al club, sus participantes no eran lectores. La lectura no era una práctica cotidiana, por lo cual nunca se les planteaba la necesidad de sacar el tiempo para leer. Era importante en la medida en que les permitía responder a las demandas provenientes de sus actividades académicas o laborales, pero nada más. El cambio que perciben desde la conformación del club ha sido justamente su redimensionamiento de la lectura, que los condujo a buscar el espacio y el tiempo para ella, como parte esencial de sus horarios y como ejercicio político y social.
El acompañante Darío nació el 21 de julio de 1980 en Candelaria, Valle del Cauca. Cuando tenía cuatro años su familia se trasladó a Bogotá, pues su padre vino a trabajar en una fábrica de ladrillos, ubicada en cercanías a Santa Inés. Allí pasó su infancia, enclavado en un paisaje montañoso, que según él es la causa de su cercana relación con los cuentos. Cuando era niño, Darío imaginaba que aquella sombra que lo acechaba desde la ventana era algo sobrenatural. Y de alguna manera esa creencia permaneció, porque no tuvo a nadie que le demostrara lo contrario:

Perdí a mi madre cuando tenía cuatro años, y, como cualquier niño solo, tenía tendencia a ver otras cosas en los pequeños detalles extraños de la realidad. Me faltaba ese alguien que explicara. Pero mi abuela también influyó en mi relación con los cuentos, […] una abuela maravillosa que no sabía leer ni escribir, pero era la mejor narradora de cuentos de misterio y pasajes bíblicos que yo haya escuchado. En esta misma sala pasábamos horas escuchándola. Ella nos organizaba para hacer melcochas y mientras se calentaba la panela y daba punto, no paraba de narrarnos historias. Todas las historias empezaban igual:
“cuando oscurecía y los pájaros comenzaban a coger nido…”. Yo tenía entonces ocho años, mi hermana Helena, nueve; Luís Alberto, diez, y Henry, doce. Estos momentos nunca se olvidan, quedan registrados en el alma y la memoria.


La inic iación d el l ecto r

Marcela Cárdenas, asistente del programa en la localidad de San Cristóbal, conoció a William un día de julio de 2004. William también es habitante de Santa Inés y desde que se vinculó a los Clubes ha sido sucesivamente integrante, acompañante y asistente. Junto con Darío fueron fundadores de El Escaramujo. No acababa de conocerlo Marcela cuando
supo de su interés por Borges y Cortázar, así que lo invitó a un taller de formación de promotores de lectura que por ese entonces Asolectura ofrecía en la Biblioteca Virgilio Barco. William invitó a Darío y durante tres
domingos consecutivos asistieron al seminario que dictaba Silvia Castrillón. Según Darío, “desde ese día quedamos tocados y en nuestros encuentros barriales surgían conversaciones sobre temas como el porqué y para qué
leer, pero desde el ser humano”. A partir de entonces, William se acercó al trabajo de Marcela y la acompañó en su proceso como asistente de los Clubes de San Cristóbal. Así lo describe:

Ella realizaba un club de lectores con los participantes del taller en los que compartía los textos que hablan sobre la importancia de la lectura, de la lectura como ejercicio social, de la lectura en voz alta, de la experiencia transformadora


que es leer. Textos de autores como Jorge Larrosa, Graciela Montes, Michèle
Petit y otros que me permitieron enriquecer conceptos que hasta entonces solo eran opiniones acerca del ejercicio de la lectura. Y en esas sesiones, acompañando a Marcela, fui descubriendo y confirmando que leer es una actividad de un alto significado para uno, y que cuando se realiza de forma conjunta pone de manifiesto las múltiples interpretaciones que los individuos hacen de un texto.

Desde entonces, William creció en sus apreciaciones conceptuales y empezó a compartir con Darío y Milena, tercera integrante del club, textos y libros de la colección Libro al Viento. Luego invitaron a Gabriel Pérez con su novia Andrea y su cuñado Julián. “Siempre terminábamos en discusiones
que aludían a textos leídos alguna vez y que enriquecían nuestras opiniones sobre temas como el consumo, la música, la situación laboral del país”. Así empezaron a construir el espacio del club, “una tarde de domingo para compartir los textos que consideramos bellos”.


Un domingo en la tard e
Cerca de las cinco de la tarde, comenzaron a llegar los demás integrantes del club a la casa de Darío. Milena, de 25 años, estudiante de literatura en
la Universidad Nacional; Gabriel, de 26 años, y su novia Andrea, de 22 años, estudiante de pedagogía infantil. Al rato llegó el sexto integrante del club, Julián, quien tiene 24 años y estudia pedagogía musical en la Universidad Pedagógica. Tres de ellos trabajan: Milena, Gabriel y Julián.
Tras presentarme y comunicarles el motivo de mi visita, les solicité que me permitieran presenciar su reunión habitual, ignorando en lo posible mi presencia, de manera que yo pudiera observar la dinámica del club. Fue inevitable, sin embargo, cruzar algunas palabras sobre temas diversos relacionados con la vida en la localidad antes de que comenzara la sesión
de lectura. Hablamos entonces de los diferentes grupos locales que
adelantan proyectos sociales y culturales. Les mencioné incluso la actividad de la Fundación Pepaso, que adelantaba su misión en la localidad, y de


manera unánime ellos me ubicaron en la jerarquía generacional en la que se
inserta tanto el trabajo de esta fundación como el de ellos. Según Gabriel, Pepaso ya cumplió su ciclo; en cambio, actividades como la del club de lectores que ellos impulsan están en plena vigencia. Sus comentarios comparten un tono crítico y un sentimiento de malestar por la situación de desatención que viven los habitantes de su localidad en diferentes aspectos. Escuchándolos, me sentía frente a un hervidero comunitario y cultural.
Para ubicar la actividad del club, vale la pena recordar que el 84,2% de
los habitantes de la localidad de San Cristóbal pertenece a los estratos 1 y 2. En este sentido, es gratificante encontrar jóvenes interesados en buscar
salidas a las múltiples limitaciones económicas, políticas, sociales y culturales en que se desenvuelven sus vidas y las de otros jóvenes de la localidad. Sorprende su compromiso por promover actividades que les permitan trascender tales limitaciones y desarrollar, como uno de ellos lo decía, “la necesaria habilidad crítica frente al entorno social y político que nos rodea”. Llama la atención que con una claridad insospechada identifiquen los proyectos culturales como la herramienta política más idónea para
promover el cambio: “actividades como la lectura, el cine y aun la música nos permiten llamar la atención hacia la crítica y la reflexión de situaciones como la delincuencia juvenil, el mal uso del tiempo libre, la falta de oportunidades”.
Desde hace dos años, todos los domingos el Club El Escaramujo se reúne, pues según ellos, este “es un buen día para el encuentro, porque empieza
una especie de desazón por la jornada que se acerca, y para ninguno de nosotros es ajeno el deseo de que no termine el domingo. Tal vez por eso, las tardes de domingo son propicias para la charla y la compañía, que
hemos encontrado en la lectura en voz alta. Así, el club se convierte para nosotros en la mejor forma de escapar a la “malpa cósmica”. Otra razón de peso para reunirse los domingos es la disponibilidad de tiempo de todos los integrantes, que debido a sus diversas ocupaciones no cuentan con otro espacio durante la semana. Para la sesión del domingo 13 de agosto programaron la lectura de “El curioso impertinente y un elogio a la lectura”,


un fragmento de El Quijote, editado por la colección Libro al Viento.

Hemos escogido este libro porque, como señala la introducción (Darío toma el libro de pasta dorada y lee), este texto son novelitas totalmente desconectadas
de la verdadera historia de Don Quijote. Queremos que esta lectura sea la puerta de entrada a la lectura de El Quijote, pues esta obra solo la han leído
Milena y William y nos han hablado tanto que hemos decidido arrancar a leerla,
y al encontrarnos con el libro de “El curioso impertinente” pensamos que era una buen entrada a la lectura de El Quijote.

Para compartir la lectura, Darío tomó en calidad de préstamo tres ejemplares de la biblioteca del programa; el cuarto ejemplar hace parte de
la biblioteca que desde hace dos años han ido conformado entre ellos. Entonces Darío me conduce hasta su cuarto. Allí hay tres camas, un escritorio y la biblioteca de El Escaramujo. A vuelo de pájaro, alcancé a observar varios ejemplares de la colección Libro al Viento, que sobresalen
por el colorido de sus lomos, y libros de poesía de Pessoa, Aurelio Arturo y
Porfirio Barba Jacob, varios títulos de la literatura universal y contemporánea. Hoy la biblioteca del club cuenta con 63 ejemplares, algunos de ellos comprados con los dineros reunidos en el fondo que crearon con este objetivo:

Cada semana, cada uno de nosotros aporta dos mil pesos para el fondo y cuando en las librerías del centro vemos una ganga la compramos; como esta
antología poética de Pessoa que solo nos costó treinta mil pesos en un puesto de
la Jiménez que encontró Julián. En los seminarios y cursos de literatura del Programa de Clubes de Lectores hacen muy buenas recomendaciones y, en algunas ocasiones, es decir, cuando tenemos platica, salimos en su búsqueda.

Esta tarde, la lectura en voz alta les correspondía a Milena y a Julián. La presentación del autor estuvo a cargo de Milena, quien compartió
anécdotas de la biografía del autor reseñadas en pequeñas tarjetas. Para finalizar su presentación, realizó la lectura del prólogo del libro. Todos estaban concentrados, con los ojos clavados en el texto. Julián leyó el texto


con excelente pronunciación y buen manejo de la voz. Su voz proyectaba
emoción y sus compañeros se dejaban atrapar por la historia. Después de hora y media, Julián finalizó la lectura. Más tarde me comentaría que cada vez que le corresponde la lectura en voz alta se prepara realizándola varias veces.
Darío abrió el espacio para los comentarios con estas palabras: “Las buenas historias son como los virus, se diseminan con facilidad e incluso pueden ser increíblemente contagiosas. No existen vacunas ni vitaminas eficaces para contrarrestar los efectos de una buena historia. Ni siquiera la televisión o los juegos ciberespaciales puede reprimirlos”. Uno y otro participante comentaron aspectos puntuales del texto, siempre rescatando los puntos que les servían como abrebocas para la futura lectura de El
Quijote. Para terminar, Milena ubicó al curioso impertinente en su contexto histórico. Resaltó el poder del texto para generar reacciones contra el
modelo de vida al que había llevado el éxito de las novelas de caballería en
el siglo XVI. Pero también señaló que tal situación podía trasladarse al presente de un país como Colombia, “donde las representaciones de bienestar que proponen los políticos y los medios también se replican en cierto tipo de literatura de poco valor que bien puede generar situaciones
como las de las novelas de caballería”. Y añadió: “Si la literatura se convierte en un medio de enajenación y no les ofrece a los lectores caminos para reconstruir el mundo en que viven, se pierde cualquier posibilidad de
abrirnos puertas al pensamiento y a la acción”.
Luego, rescatando la historia que acababan de leer, anotó: “puede que el libro no sea necesario en todas las sociedades, pero las buenas historias sí, especialmente en una sociedad moderna como la que vivimos, en la que
cada vez estamos más distantes de la rica cultura de historias que nutrieron
a nuestros abuelos”. Me sorprendió la elaboración de sus comentarios, pero también el nivel de profundidad en la cultura letrada alcanzado por el grupo en los dos años que llevan reuniéndose. Más tarde, para cerrar la sesión, comenzaron a hacer propuestas para proceder a la lectura de El Quijote.
Dos eran sus preocupaciones centrales: quién se informaría sobre una


buena edición de buen precio y cómo asumirían la adquisición de varios
ejemplares.


Reflexiones al final de la jornada
A estas alturas, ya eran las nueve de la noche. Les agradecí por permitirme acompañarlos en esa tarde y nos despedimos. Mientras conducía, el eco de sus palabras me acompañó de regreso a casa. Si para muchas personas los acontecimientos y las experiencias que se extraen de
los libros se constituyen en medios contra el aburrimiento, la impotencia y el escepticismo, para estos jóvenes es evidente que la lectura se ha constituido
en un medio de elaboración de su identidad colectiva enunciada mediante
el ejercicio de la discusión. Es decir, la lectura no se limita a expandir sus horizontes, sino también el núcleo de su identidad como generación, con un lugar en el proyecto de sociedad que desean ver realizada.
Por otra parte, las lecturas que se comparten dentro del club les han permitido sustituir la lectura personal en silencio por la lectura en voz alta, con un registro paralelo de sus opiniones. Como lo plantea Petit (1999) “La lectura en voz alta es considerada como una herramienta para apropiarse
del mundo a través de la palabra, […] permite que las personas que comparten la lectura descubran en cada texto la multiplicidad de significados y la riqueza que regala tal diversidad”. Mediante la lectura en
voz alta los miembros de El Escaramujo hacen suyos los textos, los significan de acuerdo con sus historias personales y ejercitan la interpretación deslizando su propio deseo entre las líneas.

El Clu b de Lect ores de la Biblio teca C omu nita ri a
Semillas C reat ivas


Apropiars e del lugar
Al volver a Ciudad Bolívar para encontrarme con los miembros del club de lectores de la Biblioteca Comunitaria Semillas Creativas recordé mi


primera visita a esta localidad, por allá a mediados de 1996. Entonces, como
ahora, mi expectativa era grande. Ciudad Bolívar es ese espacio del que
todos hemos escuchado o leído algo, pero que muy pocos podemos afirmar que conocemos. “Ciudad Bolívar no es el paraíso de la violencia, Ciudad Bolívar es el paraíso de la pobreza” es la lacónica afirmación con la que
Arturo Alape introduce las escabrosas cifras sobre exclusión social en esta localidad: “En Ciudad Bolívar, el 56,2% de la población aún no ha resuelto sus necesidades básicas insatisfechas y el 41% se encuentra en situación de miseria y completo hacinamiento con escasas posibilidades de recuperarse, pues la gran mayoría pertenece al sector informal, el más inestable, desprotegido y vulnerable a las fluctuaciones de la economía”. (Alape:
1995: 108)
Más allá de estos datos –que en doce años deben haber cambiado, aunque imagino que no al punto de que resulten inútiles para contar con algunos índices socioeconómicos aproximados– y de los fragmentos de historia que nos narran algunos de sus más de 700.000 habitantes, son pocas las personas que realmente pueden mostrar que tienen un
conocimiento profundo de este pedazo de ciudad. Por eso me sorprendió tanto encontrar a alguien como Ignacio Caro, el acompañante del club de lectores de la Biblioteca Comunitaria Semillas Creativas. Desde el momento inicial de nuestro encuentro, Ignacio me demostró desde su experiencia, no con cifras, que conocía a fondo las dinámicas sociales, políticas y culturales
de su localidad y las múltiples posibilidades que la lectura ofrece para reorientarlas.
Ignacio vive con su mamá y su abuela. Es único hijo y en su casa nunca hubo libros hasta que él los trajo. Ni su abuela ni su mamá fueron a la escuela. Ignacio se salvó de ser analfabeto por las ganas de superarse y por
la ayuda de la Iglesia Metodista de Ciudad Bolívar, que becó sus estudios en
el Colegio Metodista del que es bachiller. Pero incluso habiendo sido un alumno aceptable nunca se sintió atraído por la literatura. Según comenta, “nos obligaban a leer libros muy aburridores que nunca lograron atraerme”. Después de terminar el bachillerato creyó que sus posibilidades de


continuar educándose habían terminado, pues la falta de recursos no le
permitía siquiera pensar en el ingreso a la universidad.

Me quedé en el aire y no hubo más alternativa que recorrer las calles y rebuscar en ellas. Llevaba un año en esas cuando me encontré con Carlos y me invitó a la
biblioteca. Allí viví mi iniciación en esta suerte de goma que son los libros. Y claro, me vinculé al trabajo comunitario de Semillas Creativas, entré a formar parte del grupo y con las cabezas de Semillas, Luisa y Diana, quienes para esa época ya trabajaban como profesoras en colegios públicos de la localidad. Empezamos a gestionar buenos proyectos. Y se dio la coyuntura: como había remuneración por nuestro trabajo en la biblioteca y al mismo tiempo me
decretaron que debía estudiar, lo pude hacer. Carlos entró a estudiar economía, Elizabeth sociología y yo bibliotecología. Los tres estudiamos, los tres nos graduamos y hoy los tres trabajamos en nuestras profesiones. Hoy somos la
cabeza del club de lectores y queremos sembrar semillas que multipliquen este trabajo. Hemos decidido trabajar con jóvenes y niños a quienes se les han violados sus derechos fundamentales, como la educación. Tenemos 80 niños y pelados de 9 a 15 años que todavía no saben leer ni escribir.

Enseñar a leer y formar lectores en un medio en el que muchos jóvenes y adultos ni siquiera se han apropiado plenamente de la palabra oral, es un
reto que él mismo ya había superado. De allí que su capacidad de liderazgo
al frente del club sea el producto de la maduración de su transformación personal y de la reflexión sobre las prácticas culturales necesarias para ello, ambas enmarcadas en un trasegar comprometido con su localidad. Esto puede sonar demagógico, pero las cuatro veces que me reuní con Ignacio
me confirmaron, una vez tras otra, que la mirada hacia el complejo mundo en que inscribe su compromiso político no es improvisada y que él asume con responsabilidad social su decisión de trabajar por los niños y los jóvenes
más vulnerables de los 360 barrios de su localidad. Vulnerabilidad para él no significa, como para los expertos o para los gobiernos, altos índices de necesidades básicas insatisfechas, sino algo más puntual: “la persistente exclusión y aislamiento que genera la falta de acceso a oportunidades


educativas de calidad”. Es por ello que Ignacio valora las prácticas lectoras
como la herramienta más poderosa para impulsar procesos de transformación articulados con proyectos políticos que se requieren en su medio, y su historia personal es una prueba de ello. En sus palabras, “la lectura es no solo un medio de superación personal y social, sino principalmente un medio para romper el aislamiento, porque facilita el acceso a espacios más amplios, dejando atrás el encierro que acecha la cotidianidad local”.


La bio grafía l ector a
Una biografía lectora es un ejercicio que pretende dar cuenta de lo que un individuo ha leído en un tiempo y espacio; es como si se tuviera la posibilidad de trazar en un mapa emociones suscitadas, sentimientos de rechazo o aprobación, largos momentos de espera, golpes contundentes a nuestros prejuicios y las miles de veces que los finales dejan en nuestro
rostro una expresión de boca abierta. Por eso me llamó tanto la atención la historia lectora de Ignacio, quien hoy tiene 27 años, pero solo desde hace diez se inició como lector. No obstante tiene, como nadie que yo haya
conocido, la claridad para expresar su transformación personal a partir de su práctica lectora. Quiero por eso transcribir textualmente las palabras con las que respondió a mis preguntas, que luego voluntariamente elaboró por
escrito, y aclarar que sólo edité mínimamente la trascripción de su narrativa.

En esta historia no encontraremos referencias a los grandes clásicos de la literatura universal. Si al lector de esta biografía que narro le entregara esa ruta
trazada, no encontrará representaciones de personajes como Ulises, El Quijote o Aureliano Buendía. Mi iniciación como lector se la debo a la literatura infantil, a los libros álbum, a sus poderosas ilustraciones y las cortas pero viscerales historias
que cuentan. Mi rito de iniciación en este acto vital del ser humano fue guiado por la maestría de Anthony Browne. Así, de la mano de Willy, a los 17 años me sumergía horas y días enteros en la maravillosa biblioteca comunitaria de
Semillas Creativas, que se encuentra en Juan Pablo II, de la guerrera Ciudad


Bolívar. Mi descubrimiento entonces fue doble; no solo con la lectura, sino
también con un espacio en donde me encontré, un espacio en donde empecé a construirme como un ser distinto. Así dejé de pertenecer al grupo de jóvenes
que rompía constantemente los vidrios de la biblioteca. Ahora me encontraba
del otro lado, de los que se indignaban por semejantes “actos vandálicos”, de los que entregaban su ingenio y creatividad a largas sesiones de trabajo en equipo,
en donde buscamos cristalizar a través de proyectos miles de ideas, montones de iniciativas y millones de sueños.

Gracias a “Willy soñador” conocí a Magritte, Dalí, Van Gogh, mi favorito, y descubrí que Alicia en el país de las maravillas era una obra escrita y no una película más de las que pasaban en televisión. En un solo día, todas las historias de Anthony Browne, Max Veltjhuis, Tony Ross y otros libros de la sala infantil fueron devorados sin descanso, como cuando Hansel y Gretel llegaron hambrientos a la casa con paredes de chocolate en medio del bosque. Ese día
de febrero de 1997 es sin duda uno de los más trascendentales en mi vida. Desde entonces han pasado ya casi diez años. Por supuesto en este punto del
recorrido las obras de largo aliento han ido copando mi recorrido lector, pero no he dejado de leer la literatura infantil. Pero así como los libros álbum marcaron
mi vida, también una novela contribuyó a formar mi carácter, me brindó herramientas para sobrevivir en las difíciles calles de mi barrio y de la ciudad: Así
se templó el acero de Nikolai Ostrovski. Éste me dio la fuerza suficiente para enfrentar el radical giro de mi vida, lo que significaba aceptar que ya no era el mismo, soportar la inconformidad de estar con unos amigos que no compartían
lo que ahora pensaba, con los que me enfrenté por defender esa nueva visión de la vida y a los que finalmente abandoné. Pasaron luego novelas de la
literatura juvenil, como Angélica, en donde me atrapó la actitud de una cigüeña que se niega rotundamente a ser cómplice del acto de puritanismo y doble
moral que la involucra en semejante manera de explicar cómo llegaban los niños
al mundo y la decisión de deshacer, por no querer estar en un mundo en el que no quería estar. Luego, la maestría de Katherine Paterson me mostró la majestuosidad del teatro kabuki y todo lo que se vive alrededor de este


milenario arte.

El lector o la lectora se preguntarán, si es que han llegado a este punto, ¿y cómo
es el sitio, como es la parte del trayecto en el que este hijo de la literatura infantil
se encuentra hoy? Pero ahora es mi turno de preguntar: ¿Qué creen que podría haber estudiado? ¿Literatura? ¿Filosofía? Si usted pensó en una de las dos
opciones expuestas, estuvo cerca, y si pensó en bibliotecología, acertó. Sí, bibliotecología, porque creo que la coherencia con el poder de transformación de una biblioteca, de los libros, de la lectura, solo se convierte en un espacio
vital si cuenta con buenos bibliotecólogos. Es la necesidad de pensar la
biblioteca pública, es la necesidad de hacer efectivo ese derecho inalienable, ese deber impostergable de ofrecer bibliotecas para los lectores, para las inmensas mayorías, para las personas que como yo se han peleado su lugar en este
mundo, para aquellas a las que su derecho les ha sido negado.

Pensemos por un momento en que, por sus dimensiones, Ciudad Bolívar puede equipararse con cualquiera de las ciudades intermedias de Colombia, pero que, a diferencia de ellas, constituye tan solo una localidad más del Distrito Capital. Mejor aún, la localidad más extensa, más densamente
poblada y más pobre del Distrito Capital. Y, sin embargo, la labor realizada por Semillas Creativas, con su equipo de 10 colaboradores y su colección de
300 libros, logra impactos significativos. ¿Cómo lo hace?
La biblioteca está ubicada en el barrio Juan Pablo II. Para llegar allí
atraviesa uno Ciudad Bolívar en dirección a la cima del cerro. Se pasa por el sector de San Francisco, donde el movimiento, el tráfico y la oferta de
servicios de todo tipo –entidades bancarias, ferreterías, supermercados modernos, comercio en general – producen una aglomeración de gente similar a la que se visualiza en San Victorino los domingos en la mañana. Y continúa el ascenso por una zona de crecimiento anárquico, hasta tomar la avenida que conduce a El Lucero. Las calles destapadas y edificaciones en pañete que se divisan en sus alrededores evocan las continuas olas de desplazamiento forzado, por la violencia política o por la violencia que significa la falta de empleo, que nutren el crecimiento urbano de la


localidad más joven de Bogotá. Puro al final del ascenso, después de dejar
atrás Compartir, se localiza Juan Pablo II. Éste es un barrio similar en su estructura física a los demás. Sin embargo, cuenta con un espacio que marca
la diferencia con el resto. En la plazoleta central sobresale una edificación
que le ha dejado un sinnúmero de buenas cosas a la localidad. Se trata de la
Biblioteca Comunitaria Semillas Creativas, que diariamente atrae niños, niñas
y jóvenes de todos los barrios de la localidad hacia la actividad lectora. La afluencia de público es tan importante, que se podría decir que cualquier habitante de la localidad puede indicar dónde se localiza la biblioteca.
La casa donde funciona la biblioteca es amplia; fue construida por la Fundación Mencoldes y donada a la Asociación Comunitaria Semillas Creativas, responsable de la biblioteca, a mediados de los años setenta. Si la edificación sobresale, más lo hacen los impactos que en sus 17 años de funcionamiento le ha dejado a la localidad. Una de las claves de su éxito es, sin lugar a dudas, la calidad de la colección que brinda a sus usuarios.
Podría afirmar, sin riesgo a equivocarme, que Semillas Creativas cuenta con una de las mejores colecciones de literatura infantil existente en Bogotá. La biblioteca se inició con la dotación de libros que en el año 1990 realizó la alcaldía de Bogotá, y en adelante sus directivas se han preocupado por ampliarla, manteniendo, si no mejorando, la calidad de la misma. Para ello
han desarrollado una efectiva gestión de proyectos para conseguir recursos y lograr la asesoría de instituciones especializadas, para seleccionar los libros
que ingresan a sus estanterías, cuando la gestión de un proyecto es exitosa.
A esta biblioteca llegó un día un muchacho de 17 años, quien de la
mano de la literatura infantil realizó un proceso de transformación que hoy busca a toda costa replicar entre los jóvenes y niños de su localidad. Por eso creo importante resaltar que si bien Ciudad Bolívar puede ser vista con preocupación por las brechas de todo tipo que todavía hay que superar para ofrecerles a sus gentes el mínimo bienestar, sorprende también la capacidad
de estas personas para crear imaginarios de pertenencia comunitaria, como
el de Semillas Creativas, que se traducen en prácticas simbólicas de inmenso poder político que estimulan a los líderes juveniles a construir y poner en


práctica estrategias que les permiten superar dificultades que afectan a todos
sus habitantes.


El Club
El Club de Lectores de la Biblioteca Semillas Creativas fue concebido como una oportunidad para fortalecer el programa de alfabetización de jóvenes entre los 9 y los 14 años adelantado por biblioteca. Se formó hace dos años y en la actualidad lo conforman nueve jóvenes entre los 14 y 16 años. Cuatro de ellos aprendieron a leer y escribir en Semillas y cinco cursaron el programa Aceleración del Aprendizaje y hoy estudian en
instituciones cercanas a la biblioteca. Se reúnen cada domingo, de 9 a 11 de
la mañana. Tres de ellos están terminando la primaria y los cuatro restantes
la secundaria. Dada la escasa cultura lectora de sus integrantes, Ignacio, su actual acompañante, ha insistido en que el club debe respetar las
inquietudes de ellos y adaptarse para responder a ellas. Este esquema, que privilegia la visión de los integrantes, es en parte resultado de su propia experiencia en la promoción de lectura en esta localidad. Para ello, Ignacio propuso la formulación de preguntas urgentes, es decir, aquellas que demandan respuestas por parte de quienes las proponen, apremiantes para
la reflexión que quieren realizar.
Obviamente hubo algunas sesiones previas a la formulación de preguntas que tuvieron la intención de mostrar la lectura y la escritura como dos herramientas indispensables para desenvolverse en un mundo y formar ciudadanos competentes que logren hacer efectivos los mecanismos
existentes para hacer respetar sus derechos. Así, el ejercicio de lectura y escritura que les proponía no fue el resultado de un impulso, sino la muestra de un proceso de reflexión profunda. Las primeras sesiones, recuerda
Ignacio, se desarrollaron tratando de generar en el grupo una visión diferente de los libros. Entonces se trabajó principalmente la resistencia a escuchar leer en voz alta. Aprovechando el vínculo con la biblioteca comunitaria, el siguiente paso fue mostrar la importancia de la escritura, resaltando la necesidad de su uso en la cotidianidad y rompiendo el


esquema de su exclusiva circunscripción al ambiente escolar. Así fueron
surgiendo la formulación de preguntas por parte de cada integrante. Al socializarlas, cada uno argumentó las razones por las cuales se había preguntado, y a partir de las razones expuestas por cada uno, se evaluó la pertinencia de las preguntas y se acordó el orden en que serían abordadas.
En adelante, la programación del club de lectores se ciñó al listado de siete preguntas que serían tratadas a partir de libros documentales y de diversos géneros literarios propuestos por el acompañante. En palabras de Ignacio:

A medida que una pregunta denotaba la necesidad de información, se iban elaborando preguntas cada vez más precisas y complejas que se convirtieron en
la guía fundamental para la búsqueda de los libros y lecturas que se realizan en este espacio. Las siguientes ocho sesiones del club se focalizaron en dos interrogantes: ¿Por qué existe la pobreza y la riqueza? ¿Por qué hay guerra en el mundo?

Veamos ahora lo que nos relató Ignacio de la dinámica de algunas de estas sesiones.

La primera pregunta fue abordada desde historias cortas como “El ahijado del diablo” de los hermanos Grimm, y de “Vamos a buscar un tesoro” de Janosch. A ellos se añadieron algunos conceptos básicos sobre pobreza, riqueza y desarrollo integral. Las lecturas suscitaron comentarios que evidenciaban inconformidad
frente a lo que significaba no tener dinero. Otros señalaron la necesidad de tener dinero para ser feliz y respetado, y algunos plantearon que el conocimiento es fundamental para tener dinero y saber administrarlo. Como se evidenciaba en
los comentarios, la riqueza y la pobreza se asocian con una visión monetarista y no con la potencialidad del ser humano. Sin embargo, en ejercicios posteriores
el grupo dio muestras de una transformación de esta visión, pues ya no hablan de la adquisición del dinero por el dinero exclusivamente, sino que los
comentarios iban acompañados de palabras como riqueza interior, bienestar, o de la necesidad de conocer más al respecto.

El siguiente tema propuesto en la programación fue el de la guerra, por lo


cual el coordinador decidió abordarlo desde el diario de Ana Frank, en el
que aparece la visión de una joven que vio en la escritura un instrumento vital para enfrentar las situaciones que se derivan de vivir en medio de una
guerra. Las sesiones fueron acompañadas con películas que les ofrecían a los participantes un contexto histórico, político y estético que les aportaba elementos para profundizar la compresión de esta obra testimonial. De otro lado, mostró la lectura como un ejercicio dinámico que no está supeditado
a lo impreso, sino que está presente en muchos otros soportes y que tiene tantas maneras de ser vista, leída y comprendida, como tan diversas son las visiones del mundo y de la vida.
En los encuentros de lectura se buscaba comprender cuáles eras los motivos y las razones por las cuales un ser humano o una nación deciden armarse y atacar a otros seres humanos. A medida que fueron
transcurriendo las sesiones, la compresión del drama sufrido por Ana Frank y tantas víctimas de la Segunda Guerra Mundial se dejaba ver no en comentarios, sino en rostros de tristeza, expresiones de solidaridad e indignidad y prolongados silencios al terminar la lectura y las películas. “El silencio es sin duda una muestra de profunda reflexión y transformación,
pues no se levantaban y se iban inmediatamente terminaba la sesión, sino posaban su mirada en un punto indeterminado del espacio, respiraban profundo y se cruzaban miradas sin pronunciar una palabra”.
De otro lado, los participantes optaron por llevar un diario. Antes de iniciar cada sesión, se los podía ver compartiendo sus escritos o comunicándose a través de ellos, e incluso se convirtió en un medio para intercambiar mensajes antes de iniciar los encuentros. Sin duda, tenemos aquí una muestra del posicionamiento de la lectura y la escritura fuera del ambiente escolar, ya no son para ellos prácticas exclusivas de la escuela,
sino de lo cotidiano, que se han constituido en componentes esenciales
para la comunicación, por lo menos en el espacio hasta ahora construido.
Finalmente, para el próximo año se espera que los integrantes del club compartan algunos de los escritos del diario que cada quien considere pertinente leer, si así lo estiman conveniente. Con respecto al tema a tratar


en las próximas reuniones, se retomarán las preguntas de los jóvenes que
buscan reflexionar acerca de las opciones reales después de terminada la educación secundaria.
Clubes como el de Semillas son ejemplo de los diversos rumbos que pueden tomar sus prácticas de lectura. Los Clubes son autónomos y como tales ellos mismo van determinando las intenciones de la lectura y los propósitos que los animan. Sin embargo, son los seminarios para
acompañantes que realiza ASOLECTURA los que posibilitan que sus miembros dispongan de un espacio de reflexión profunda alrededor de la lectura de textos y la conviertan en una en una experiencia propia.

Criterios de ope ración del programa
A diferencia de otros programas de promoción de lectura que se han adelantado en la ciudad, el Programa Clubes de Lectores diseñó su estrategia
a partir de un diagnóstico de la situación de la lectura y la escritura en el Distrito Capital. Este diagnóstico no fue el resultado de la sumatoria de datos arrojados por estudios e investigaciones previos, en los que el énfasis en las necesidades del desarrollo de capacidades lectoras se dirige hacia un plano exclusivamente académico, o los de programas culturales más encaminados
a ver la cultura como espectáculo y al libro como objeto de consumo. Por el contrario, el diagnóstico del que parte el Programa de Clubes de Lectores se basó en un examen de la situación de los programas de promoción de
lectura adelantados por la Red de Bibliotecas del Distrito, la Secretaría de Educación de Bogotá, las bibliotecas comunitarias y las entidades privadas (fundaciones y ONG) que adelantan actividades en este campo. Tras constatar la dudosa calidad de algunas de las campañas de promoción de
lectura que se han adelantado, Asolectura recomienda desarrollar programas de formación de lectores de largo aliento que logren descubrir la
importancia que para las personas tiene la lectura en su calidad de seres humanos y desarrollar sus capacidades críticas frente a la sociedad y, por esta vía, constituirse en herramientas para la formación de ciudadanía y el fortalecimiento de la democracia.


Por otra parte, los elementos conceptuales sobre los que descansa el
programa se orientan en primer lugar, a permitir que las posibilidades de crecimiento personal que ofrece la lectura a los seres humanos alcancen a
los sectores tradicionalmente excluidos de ella y a resaltar la importancia de las prácticas de lectura y escritura para fortalecer un proyecto político democrático. De alguna manera, el documento fundador de los Clubes de Lectores (Castrillón, s.p.) se anticipa a algunos de los criterios enunciados en
el Decreto 133 de 2006 por el que se adoptan los Lineamientos de Política
Pública de Fomento a la Lectura en el Distrito Capital para el período
2006-2016. En la definición de los objetivos que Asolectura trazó para los Clubes de Lectores, la meta es promocionar la lectura con miras a producir “una experiencia estética transformadora”. Este principio tiene su complemento en los lineamientos que otorgan reconocimiento al potencial
de la lectura y la escritura para favorecer “el desarrollo de los seres humanos como individuos con posibilidades de pensar, imaginar, de ser divergentes,
de expresarse libremente, de construir y encontrar sentido en ellos mismos y en el mundo que los rodea” (Alcaldía Mayor de Bogotá, 2006).
Para el análisis de los conceptos y las actividades adelantadas por el Programa Clubes de Lectores se identificaron cinco componentes alrededor de los cuales los Clubes se estructuran para el logro de este objetivo: 1. Fundamentos conceptuales; 2. Proceso de formación; 3. Dotación de materiales; 4. Sistema de evaluación, y 5. Establecimiento de alianzas interinstitucionales; componentes que se ejecutan en tiempos específicos determinados para cada actividad del programa. En lo que sigue, examinaremos cada uno de estos componentes a la luz de algunas
entrevistas y de la observación etnográfica.


Fundamentos conceptual es
El marco conceptual en que se fundamenta el programa se puede sintetizar a partir de los siguientes elementos. En primer lugar, el programa concibe que lo fundamental no es el libro, sino el lector; el libro es apenas una herramienta para el crecimiento del ser humano. En este sentido, el


programa muestra una diferencia radical frente a otros programas que
consideran el libro como fin de la promoción de la lectura. Por eso, los
Clubes de Lectores promueven la lectura y la escritura más allá de la lectura misma, a través de procesos de reflexión que invitan al participante del programa a cuestionarse permanentemente a sí mismo y a sus relaciones
con los demás y con el entorno, brindándole oportunidades de ser o de
verse de otra manera. Así lo expresó en la entrevista Tania Ramos, asistente vinculada desde hace un año al programa en la localidad de Suba:

El trabajo se ha convertido en una escuela de aprendizaje y reflexión, que por su naturaleza interactiva le permite a uno descubrir y confrontar contextos, mundos culturales, posiciones frente al mundo y a la vida, experiencias, expectativas, actitudes diferentes, en ocasiones radicalmente diferentes a las que concebimos
en nuestra vida. Este descubrimiento y confrontación nos obliga a pensar en las razones que hay detrás de lo diferente, a concebir otros paradigmas posibles y legítimos, válidos.

En la medida en que los Clubes generan un reconocimiento de la diversidad en la que se inscriben los lectores, los participantes toman conciencia de la existencia de los otros diferentes de él o ella. De ahí que el programa se conciba fundamentalmente como una práctica social que abre
un espacio para la reflexión personal o interior de cada individuo enriquecida por la presencia de esos otros. Varios de los participantes del programa perciben como tremendamente gratificante el aspecto de
crecimiento personal que les ofrece el club. Por ejemplo, Luz Dary Mesa (24
años), acompañante del club de lectores de la Biblioteca Comunitaria Semillas Creativas de Ciudad Bolívar, en entrevista realizada en noviembre de 2006 desarrolla una reflexión crítica con respecto a la sociedad de consumo, a partir de su actividad dentro del club:

Participar en el Programa Clubes de Lectores y leer libros buenos y
desconocidos, por lo menos para mí, y que nos recomiendan en los seminarios, me ha hecho pensar de otra manera. Por ejemplo, en el mundo actual lo más importante es producir y consumir imágenes y es a través de esas imágenes que


nosotros construimos el concepto de felicidad, de familia ideal, de mujer ideal,
de trabajo ideal y es allí donde valoramos más la apariencia que el ser, y por eso
la estamos embarrando, porque copiamos y no creamos una persona original, no alimentamos el ser. Las lecturas que me ha ofrecido el club de lectores me han permitido pensarme como persona y cómo debo construirme como persona, en
un mundo bombardeado de imágenes y de venta de realidades de baja calidad.

En otras palabras, para Luz Dary la lectura brinda elementos para
resignificar sus relaciones familiares y de género, pero también las laborales y frente a los medios de comunicación y de mercado a las que está expuesta
en su cotidianidad. A su vez, el compromiso político con sus comunidades que demuestran muchos de los jóvenes que pertenecen a los Clubes les permite trascender el papel de multiplicadores del programa (asistentes, acompañantes e integrantes) para convertirse en verdaderos gestores de cambio. Cabe destacar que actualmente, la mayoría de los jóvenes que desempeñan el papel de asistentes del programa provienen de este
semillero de líderes. En las trayectorias de muchos de ellos es posible identificar que fue a partir de su interés personal por apoyar los procesos comunitarios, que decidieron participar activamente en la “escuela de
formación” del programa y que hoy el resultado depende en buena parte de ellos5. Por otra parte, se puede afirmar que una vez los y las asistentes se encuentran frente al reto de promover la lectura, el compromiso
comunitario encuentra un medio de expresión que les posibilita dar lo mejor de sí mismos. Varios consideran, por ejemplo, que a raíz de las
situaciones de discusión y conversación que surgen de su lectura compartida de un libro ellos se ven comprometidos a proponer actividades específicas
para responder a los intereses de los lectores. A partir de ese momento, su función es tratar de abrir y expandir espacios de reflexión. Así lo expresa
William Rivera, asistente de los Clubes de la localidad de San Cristóbal:




5 Cinco de los siete asistentes muestran resultados de excelente calidad, reconocido por los
integrantes de los diferentes Clubes.


Mi experiencia como asistente de los Clubes de la localidad de San Cristóbal me
enseñó que el trabajo de reinstalar y redefinir la lectura es algo útil, que la organización de circuitos de lectura vale la pena. Los libros, los de buena calidad, se intercambian por otros. Se da una expansión de una colección de lectura, organizada como un todo que posibilita la relectura, la lectura en voz alta. Los lectores se agremian, forman redes, crean espacios de lectura que los hacen sentirse menos solos. Los Clubes propician tratos entre lectores, se
escucha el buen consejo del lector más avezado, el comentario del compañero,
la polémica en pequeños ámbitos. Este espacio permite pensar en voz alta, traer las propias dudas y compartirlas, exponer las contradicciones, quedarse en
silencio un rato, reflexionar, ejercer el extrañamiento; en pocas palabras, un club de lectores posibilita recuperar el poder vivo de la lectura, que ese sí nos hace a todos iguales. Todos podemos ser lectores y escritores.


Componente de form ación
Uno de los componentes más fuertes del programa es la formación. Parte del principio de que todos los participantes, desde los expertos hasta los integrantes lectores, deben ser partícipes de procesos de formación en diferentes modalidades, que van desde los seminarios temáticos hasta los seguimientos a los acompañantes de los Clubes, pasando por conferencias, visitas de escritores y ciclos de literatura en diferentes espacios de la ciudad.
Si tenemos en cuenta que existe en el medio una deficiente formación de bibliotecarios promotores de lectura y de mediadores, el programa logra,
por medio de los procesos de formación, atacar el problema de raíz: menos fórmulas metodológicas y más conceptos claros sobre por qué y para qué formar lectores y qué dificultades se deben superar en el camino.
El componente de formación de los Clubes de Lectores descansa en la claridad conceptual que brindan los fundamentos teóricos del programa para restituir el valor que tiene la palabra oral y la palabra escrita. En términos de formación, esto se traduce en la necesidad de ofrecer
elementos y espacios para discutir un texto, para que todas las personas que participan en los Clubes comprendan y valoren las palabras en todas sus


posibilidades, combinando la lectura y la escritura. Para ellos, los procesos
de formación contemplan la combinación de diferentes modalidades de cursos orientados por expertos: seminarios de formación, seguimientos y cursos de literatura.
Los Seminarios de formación constituyen espacios introductorios al tema de la lectura y se realizan ocho al año. Allí se proponen a los asistentes y a los acompañantes las preguntas iniciales de desarrollo del proceso: ¿qué es leer?, ¿qué es leer literatura?, ¿cuál es la importancia de leer literatura?, ¿por qué y para qué se lee? Allí se inicia una reflexión básica, pero fundamental
para comprender la importancia, las dimensiones y la complejidad que abarca la lectura y la escritura; se indaga y reflexiona sobre la lectura como experiencia transformadora y para reorientarse vitalmente, “como
experiencia que nos mueve el piso y que nos transforma. Después de vivirla,
ya no podremos seguir siendo iguales”. Esta introducción se realiza desde disciplinas como la filosofía, la lingüística, la literatura, la antropología, la política, la sociología.
Cada participante del seminario recibe una publicación llamada De Antología que contiene lecturas acerca de la “lectura y la escritura, cuyos autores, escritores de literatura, filósofos, pensadores o especialistas, desde diferentes posturas, han pensado estos temas que permiten que se dé continuidad a las jornadas de formación que buscan incitar a la reflexión.
Los seguimientos se realizan mensualmente, a partir de la puesta en común de un texto teórico relacionado con el tema de la promoción de lectura y la escritura, con el fin de suscitar la discusión y el análisis de la actividad de los
Clubes. Allí se comparte la discusión de los discursos expertos sobre
fomento de la lectura, y se los confronta con las nociones que surgen de las prácticas de los participantes, acompañantes, profesores, estudiantes y asistentes de clubes.
Los Cursos de Literatura se realizan semestralmente. Se enfocan al
examen de tópicos específicos del campo de la literatura, estilos literarios y autores, y a proporcionar los contextos históricos y sociopolíticos en los que emerge la literatura y las consecuencias culturales de la misma, con el


propósito de ubicar los textos en una dimensión profunda que trascienda lo
anecdótico. Estos son, como señala Tania Ramos, asistente de Clubes de
Lectores de Suba, en entrevista de noviembre de 2006,

… los pliegues de un abanico donde se halla la complejidad y el trasfondo de la literatura. Muchas de las obras más conocidas y celebres podían parecer obra de algún capricho estético, pero las más de las veces están fundadas en sistemas de valores culturales, como en los griegos, para quienes la tragedia era una consecuencia de los excesos que comete el hombre; o el resultado de una serie
de situaciones y relaciones históricas, sociales, culturales, acumuladas en cada generación literaria de un modo diferente, como para los europeos románticos
del siglo XVIII, que vislumbraron la decadencia de una época donde las luces de
la razón, cuyas consecuencias aún no terminan, y se opusieron a esta enalteciendo las bases naturales, comunitarias y culturales propias del hombre común. Muchas de las obras pierden su aparente simplicidad y empiezan a adquirir sentido y trascendencia para nuestra propia vida cuando entramos en diálogo con un profesor, quien nos expone una serie de argumentos sobre los que se funda un tópico de la literatura. Argumentos que él ha cultivado con el paso del tiempo y que él nos presenta a manera de una panorámica: el esbozo
de un mapa semiótico, el cual podemos usar para comprender y darles sentido a las diferencias y similitudes, que trascienden la forma de los textos literarios, y
más aún cuando su lectura tiene un efecto colectivo. Esta escuela (la de los
Clubes), a la que me he referido antes, es una práctica constante y dinámica que nos exhorta a pensar y a repensar al hombre, a lo humano. Al ser como
individuo y como especie. Tanto al ser individualmente motivado, como al ser natural, social, cultural, colectivamente motivado. Lo particular y lo universal. Lo común y lo diferente. Y sólo se puede pensar en la medida en que el abanico se abra […] y sigamos, como dice Graciela Montes, asombrándonos,
preguntándonos, buscando respuestas, conscientes de la transitoriedad de la verdad, aprendiendo, olvidando, reaprendiendo. Pero siempre dispuestos a
mutar de paradigmas, a construir sin miedo lugares mejores para ser y vivir más.

Una de las grandes virtudes de estos espacios de formación es su


capacidad para convocar una gran heterogeneidad social y cultural de
lectores: hombres y mujeres, desempleados, estudiantes, maestros y bibliotecarios, alcohólicos y drogadictos rehabilitados o en proceso de rehabilitación, funcionarios de instituciones de promoción de lectura y escritura, amas de casa, entre otros, se dan cita para aprender y compartir opiniones sobre textos y experiencias vividas. Esta diversidad tiene mucha importancia en la medida en que permite desarrollar una cultura de tolerancia frente a los otros y las otras diferentes, al tiempo que satisface la necesidad sentida por muchos de los participantes de elaborar sus experiencias como lectores a partir de otras radicalmente diferentes de las suyas.
El éxito de los espacios de formación reside en gran parte en la calidad de las personas contactadas para dictar las charlas que los animan. Entre
ellos, se destacan los nombres de Florence Thomas, Mario Mendoza, Ángela Castellanos, Federico Díaz Granados, Helena Iriarte, Guido Tamayo y Silvia Castrillón. Pero la percepción de varios de estos conferencistas es que su intervención no representaría mayor cosa en el proceso de formación que se busca, si no fuera por la calidad de los integrantes de los Clubes a los que
ellos y ellas se han dirigido, calidad que resulta de un proceso de formación adquirido en la escuela de formación que ofrece el programa. Así se refirió una de las conferencistas invitadas:

Desde el primer momento sentí de parte de cada uno de los muchachos su atención, su simpatía respetuosa, la sencillez con que participaban, pedían explicaciones o hacían las preguntas que en ninguna ocasión fueron innecesarias, carentes de sentido o intrascendentes; por el contrario, siempre respondían a un verdadero interés por lo que se estaba planteando y
demostraban el auténtico deseo de profundizar en el tema, de conocer y saber más respecto de lo que se estaba explicando; y algo muy importante, cada uno de nuestros encuentros se desarrolló dentro de la más amable cordialidad,
sincera atención y cordialidad, lo cual me permitía comprobar el gusto que sentían los estudiantes por el libro que estaban leyendo y por cada uno de los


temas que se desarrollaban durante la clase, que casi siempre relacionaban con
la lectura actual o con otras realizadas anteriormente.

Estoy segura de que el inmenso tesoro que guardan los libros está ahora más
cerca de ellos, porque poseen las condiciones fundamentales: la sensibilidad, la inteligencia y el deseo de acercarse al conocimiento. El mundo que les ofrecen
los buenos libros, la voz de sus personajes, la poesía y la belleza del estilo los enriquecerán. Con esas armas podrán enfrentar todas las dificultades de este tiempo difícil que nos ha tocado vivir y con ellas podrán ayudar a cada uno de los niños y de los jóvenes que se acerquen a ellos6.

A diferencia de la receta facilista de las metodologías y estrategias de promoción de lectura, los espacios de formación de los Clubes de Lectores develan toda la complejidad que envuelve el proceso de aprender a ser un buen lector y, a la vez, de proyectarlo en la posibilidad de ser también
escritor. Sin embargo, la experiencia de volcar la lectura hacia la escritura es un proceso mucho más lento y complejo, cuyo estado en este momento es incipiente. A mediados del presente año, el Boletín de Clubes de Lectores
abrió un espacio para la publicación de relatos de experiencias en el marco del desarrollo del programa. Se propuso a los asistentes y acompañantes
hacer una reflexión escrita sobre las experiencias personales como promotores de lectura y escritura. Ello les permitió valorar el conocimiento práctico y la capacidad de los asistentes y acompañantes para
conceptualizar y asumir una distancia crítica frente a su trabajo. Para el programa, el hecho de que sea el mismo protagonista de la experiencia quien la relata tiene muchas ventajas, como es darle a la escritura una voz mucho más personal y hacerla mucho más verosímil para otros asistentes y acompañantes, algo muy difícil de lograr cuando la experiencia es relatada por un observador.
Por otra parte, el hecho mismo de pedirles a los asistentes y los



6 Helena Iriarte, conferencista inviada para dictar el curso de Literatura Griega a los miembros de
los Clubes de Lectores, entre el 1 de septiembre y el 6 de octubre de 2006. Comunicación escrita.


acompañantes que tomen como objeto de su escritura sus propias prácticas
significativas les propone una valoración implícita de su trabajo. Pero lo más importante quizás sea el hecho de que escribir el relato de su experiencia es una forma de hacerla presente de nuevo, examinarla y revalorarla. Escribir vivencias en el contexto de un proyecto compartido, con un propósito claro
y teniendo siempre presentes a unos lectores de carne y hueso, motivó a los asistentes y los acompañantes a escribir. Aun aquellos cuyos escritos no alcanzaron a cumplir con todos los criterios exigidos para ser publicados en
el Boletín reconocieron el valor que tuvo el proceso de escritura para generar la reflexión y aprender de sus compañeros. Así lo señala Julián
Castilla, acompañante del club Niños Lectores de la localidad de Kennedy.

El hacer el relato escrito de nuestra experiencia como acompañantes representa un excelente medio para reconstruir, mirar críticamente y transformar nuestra práctica como promotores de lectura y escritura. El relato de nuestra práctica se constituye en una posibilidad para el ejercicio de la escritura. La escritura para
mí ha sido difícil; cuando quiero expresar ideas me cuesta un poco y definitivamente el momento más difícil es arrancar.

Hasta ahora, los logros alcanzados en este sentido se traducen en los
textos escritos por los asistentes, algunos de ellos publicados en el Boletín de Clubes de Lectores, y en los ejercicios adelantados por los acompañantes, en proceso de reescritura para una futura publicación en el Boletín.


Dotación de materiales
Los materiales y libros de lectura con los que operan los Clubes son seleccionados a partir de una exigente y cuidadosa evaluación, con el fin adquirir literatura de alta calidad que posibilite a los participantes de los Clubes de Lectores contar con una colección diversa y construir sus propios criterios. La apropiación crítica de la literatura solo se da mediante una relación directa con ella. En este momento el programa cuenta con una estrategia para dar respuesta a la necesidad de identificar y circular libros de alta calidad que satisfagan las necesidades específicas de diferentes sectores


poblacionales que asisten a los Clubes. El programa cuenta con una
publicación impresa –el Boletín de Clubes de Lectores que da información sobre los Clubes, ofrece artículos teóricos y recomendaciones de libros con sus respectivas reseñas críticas.
El programa ha entregado aproximadamente 8.000 ejemplares de la colección Libro al Viento, lo que ha permitido que muchos Clubes organicen
su propia colección y se incremente la circulación de libros de buena calidad en sectores donde los libros siguen siendo lejanos y difíciles de alcanzar. Adicionalmente, los acompañantes de los Clubes utilizan los materiales de las bibliotecas de sus localidades. Así lo describió en la entrevista Carlos Rodríguez, drogadicto en proceso de rehabilitación, integrante del club de lectores Idipron de la localidad de Bosa:

A través de los Clubes, los libros se trasladan de un lugar a otro, en el barrio, en
la localidad, en la ciudad, para que un gran y diverso número de personas tengan la posibilidad de leerse un buen libro. Se lo aseguro, ¡uno se vuelve adicto! Hoy somos cerca de mil personas, pero le aseguro que gracias a este
programa en cinco años triplicaremos los profesionales de la lectura, porque leer
es un oficio que entre más se practica más experto se vuelve uno. Yo llevo un año y seis meses asistiendo al club y puedo asegurarle que ante la reducción
radical del espacio y ante la práctica desaparición del tiempo real para la lectura, los Clubes de Lectores son espacios que además de posibilitarnos el leer y releer
un buen libro, nos abren el espacio para el ocio y así podemos contrarrestar la simple condición de ser productivo, ¿no es esto maravilloso?

Elizabeth Rojas es una de las entrevistadas que más llamó mi atención,
por su capacidad para elaborar la transformación que la lectura y el trabajo de los acompañantes de uno de estos Clubes ha tenido en ella. Comenzó como integrante y hoy es acompañante del club de lectores del Centro Comunitario San Blas, de la localidad de San Cristóbal.

Llevo dos años asistiendo al club y fue William [asistente de la localidad de San Cristóbal] quien me sedujo a la lectura de nuevos libros. Cuando me encontré con William era lectora, pero de libros, cómo llamarlos, light, fáciles, Rizzo,


Anthony de Mello, Paulo Cohelo. Fue William quien me invitó a leer un libro
verdecito de la colección de Libro al Viento, cuentos de Cortázar […] Recuerdo
el día que nos presentó a Cortázar; nos dijo que nos presentaría al “Gran
Gigante Argentino”; nos habló de su vida y leyó para nosotros cinco páginas, lo dejó sobre la silla, salió y yo lo agarré. No me fue fácil leerlo, la verdad me costó trabajo y fue así como, poco a poco, leyendo cuentos cortos, llegué a la
verdadera literatura. Gracias a los retos que nos fijaba William, yo jugué y me propuse leer todos los recomendados de William. Poco a poco, fui leyendo buenos libros, buena literatura, como: Cuentos de animales de Kipling, Cuentos para siempre, de Andersen, Perrault, Wilde. Lo más simpático fue que empecé leyendo libros infantiles, como “El diablo de la botella” y otros, como los que le mencioné. Luego pasé a libros como Bartleby, el escribiente de Melville. Con
este cuento descubrí a un gran escritor que no conocía. Es uno de los mejores relatos que haya leído. La literatura y las vidas que él presenta nos ponen a pensar de otra manera, y al pensar de otra manera también actuamos de otra manera. Yo le agradezco al programa el hecho de que ya no trago entero; el participar en el club me puso a pensar, y después de dos años de asistir, primero, y luego ser acompañante del club, miro de otra manera los libros de superación a través de los cuales pensaba que podía encontrar la felicidad.
Ahora ni los leo, y mucho menos los recomiendo. Las “verdades distorsionadas” construyen “realidades distorsionadas” y así uno puede quedarse toda la vida leyendo a Paulo Cohelo y Anthony de Mello y a otros que el mercado editorial promociona para que busquemos nuestra realización personal en recetas y fórmulas establecidas por otros. Definitivamente, en estos dos años yo aprendí a leer de otra manera; eso sí quiero decirle que leer de verdad implica mucho trabajo.

Así, posibilitando que los libros viajen por la ciudad, que los criterios de calidad puedan ser apropiados por los participantes de los Clubes a partir de
su propia práctica y experiencia con la lectura, se logra garantizar una buena articulación de calidad y cobertura para el programa.




Establecimiento de alianzas estratégicas
La eficacia del programa reside en gran medida en su amplia cobertura
(11 localidades del Distrito Capital), que se ha sostenido gracias al establecimiento de alianzas estratégicas con diversos sectores además del de Cultura (salud, gobierno, educación) e instituciones (BibloRed,
Departamento Administrativo de Bienestar Social [DABS], Secretarías de Gobierno y de Educación, Red de Bibliotecas de Colsubsidio) y con organizaciones comunitarias, para la consolidación de una cultura lectora en
la ciudad. En concordancia con la misión de cada una de estas instituciones, Asolectura diseñó un modelo descentralizado de ejecución del programa
que valora la diversidad misional de cada una de estas instituciones, respeta
su autonomía y se vale del trabajo asociativo que cada una de ellas adelanta para insertar la acción de sus asistentes promotores de los Clubes. Así, mediante el trabajo coordinado con sus asistentes (siete en total), logra llegar
a las 11 localidades (un promedio de dos localidades por asistente, de acuerdo con el tamaño de cada una de ellas).
Un caso notable de colaboración interinstitucional es el que se presentan entre el programa Clubes de Lectores y BibloRed. En las diez bibliotecas que conforman la red, funciona un número igual de Clubes. Si
bien el público de estas bibliotecas es mayoritariamente escolar, la política que las rige excluyó los textos escolares con el fin de promover la actividad lectora en sentido no académico. Esta decisión indirectamente ha
favorecido las actividades desarrolladas por los Clubes, pues el público de visitantes asiduos de estas bibliotecas, el cual se encuentra en la franja
juvenil e infantil, se ha enganchado con las actividades adelantadas por los Clubes de Lectores, complementando así el esfuerzo de BibloRed para promover la lectura en el Distrito Capital. Se ha tejido de este modo una alianza interinstitucional que favorece a ambos socios: al programa y a las bibliotecas. Mediante la presencia de los Clubes se cualifica el servicio de promoción de lectura y escritura en las bibliotecas y, a la vez, les permite promocionar el buen uso de sus colecciones no escolares. Así mismo, al


incluir en su programación servicios de promoción de lectura de calidad,
brindan una respuesta efectiva a los niños y a los jóvenes que constituyen su público por excelencia. Finalmente, la institucionalización de los Clubes garantiza la sostenibilidad de los mismos pues, por una parte, las bibliotecas cuentan con el material necesario para desarrollar las sesiones y garantizar la permanencia del acompañante de los Clubes, y por otra, los Clubes de
Lectores entran a hacer parte de la programación habitual de las bibliotecas para formar lectores autónomos y entusiastas. En suma, la experiencia de los Clubes en estas bibliotecas ha sido clave para el cumplimiento de las tareas misionales de los entes distritales que deben atender el desarrollo de hábitos de lectura entre los habitantes de la ciudad.
Vale anotar que los Clubes en funcionamiento no solo residen en bibliotecas públicas, sino en agrupaciones barriales de carácter comunitario de enorme importancia por las proyecciones políticas locales que desde
ellas se desarrollan. Para poner en práctica la descentralización del programa, existe, sin embargo, una unidad de criterio que busca el equilibrio entre Asolectura, como entidad rectora y responsable de los
diversos Clubes, y los coordinadores de las actividades de los mismos. Prima en este sentido el respeto por la autonomía de cada entidad involucrada y el
trabajo en torno a las líneas de acción que han sido trazadas por el programa para atender diversos grupos generacionales, con diferentes niveles educativos.


Sistema de evaluación
Durante el proceso de evaluación se adelantó un ejercicio con los asistentes de los Clubes, tendiente a la formulación del programa en la metodología de marco lógico de manera que los coordinadores de las actividades del mismo pudieran controlar las tareas de planificación anual, seguimiento y evaluación permanente del programa (Véase Anexo, Matriz
Marco Lógico del Programa Clubes de Lectores). De acuerdo con esta matriz, los objetivos del programa se tradujeron de líneas conceptuales generales a metas explícitas que definen tareas concretas cuya realización puede ser


constatada en las fuentes de verificación, e indicadores que sirven como
punto de referencia para el seguimiento, la evaluación y la rendición de cuentas a la comunidad, instituciones y entidades participantes. Paralelamente, el proceso posibilitó la construcción de indicadores de
evaluación que permitirán la revisión permanente de la coherencia entre sus componentes, asegurando el carácter integral de los mismos. Como es
propio de un programa bien concebido, su marco teórico, los problemas
que enfrenta, los objetivos y las metas que se propone, las acciones que se realizan y la evaluación de sus resultados tienen estrecha relación entre sí en
la práctica. Esta herramienta se constituirá en valioso aporte para el seguimiento de los compromisos del programa durante el año 2007.

Reflex iones y recomend acion es fina les Respondiendo a su fundamentación teórica y metodológica, el Programa Clubes de Lectores se concibe como una estrategia a largo plazo para el fomento de la lectura y la escritura que implementa en el nivel táctico la formación de mediadores para la promoción de estas prácticas. En esta medida, los participantes de los Clubes y las actividades que realizan en diferentes niveles logran construir una red articulada que le permite al programa distanciarse del carácter coyuntural que caracteriza a otros programas de promoción de lectura y escritura que se adelantan en la
ciudad. De acuerdo con el estudio “Inventario de iniciativas de promoción
de lectura en el Distrito Capital”, realizado por Fundalectura y presentado al
Consejo Distrital de Fomento a la Lectura en la sesión de octubre del año
2006, estos programas de lectura solo han podido mostrar alcances limitados en cuanto a su cobertura y duración. Señala el estudio, además,
que en ellos continúa existiendo una brecha inmensa entre el discurso que proponen y lo que finalmente implementan. Según lo observado en la presente experiencia de investigación, el Programa Clubes de Lectores ha logrado superar esos obstáculos por medio del desarrollo de una
metodología que involucra la reflexión crítica en torno a las condiciones de
la promoción de lectura y escritura en todos los niveles y por todos los


participantes, como lo demuestran los casos descritos y analizados aquí.
Se puede afirmar que el ejercicio reflexivo que promueve permanentemente el programa lleva implícita una concepción de su gestión como un proceso de aprendizaje social continuo. En este sentido, el camino correcto para el logro del fin perseguido se construye y re-construye permanentemente a partir del diálogo entre los distintos actores que intervienen en el proceso. En lugar de buscar homogeneidad de intereses y capacidades en sus miembros, los Clubes rescatan la diversidad y las
distintas visiones y representaciones sobre los aportes de la lectura que cada quien detenta. Esta apertura a la pluralidad les ha permitido, en el tiempo
que llevan en funcionamiento, consolidar sus propuestas metodológicas de valoración de la relación entre unos y otros. También es importante señalar que, de acuerdo con su metodología, los Clubes de Lectores se han
propuesto superar el institucionalismo tradicional, con su afán de protagonismo –que se centra exclusivamente en las actividades de los entes político-administrativos públicos–, promoviendo alianzas interinstitucionales
que han viabilizado la implementación de acciones concretas orientadas por
la reciente política pública de lectura y escritura para la ciudad capital. En aras de hacer una valoración positiva de la interdependencia entre instituciones sociales y políticas cuyas especialidades son necesarias en la
búsqueda de la construcción de una cultura lectora para la capital, se resalta
su relativa autonomía, pero se solicita su obligatoria competencia. Sin embargo, considero que puede mejorar enormemente la apropiación que
de la estructura y el marco conceptual del programa hacen las instituciones que lo apoyan, si se realizan ejercicios participativos para dar a conocer los planes que guían a cada una de estas instituciones, encontrando las convergencias y divergencias y trabajando unidos por las primeras.
Por otra parte, para aumentar el impacto del programa, recomiendo el diseño de una estrategia de sostenibilidad en el largo plazo, la cual debe considerar el fortalecimiento del componente de formación y de distribución de materiales que lo acompañan, la retención de los mediadores formados por el programa y su proyección como


multiplicadores y diseminadores de la experiencia. Porque si los Clubes han
sido hasta ahora exitosos en lograr su propósito, es indispensable que su número y su cobertura en la ciudad crezca a ritmo sostenido. ¿Cómo? Esa es
la pregunta que tendrán que responder sus directivas, probablemente con mayor auspicio del gobierno distrital.
Así mismo, cabe señalar la importancia de orientar actividades específicas hacia grupos poblacionales que se muestran renuentes a participar en las actividades de los Clubes. Me refiero en particular a los chicos y chicas entre los 13 y los 17 años, y más específicamente a los hombres. Según las observaciones de algunos de los acompañantes de los Clubes, uno de los factores que incide negativamente entre estos grupos de potenciales lectores
es el perfil generacional del adolescente, que, en palabras del acompañante del club de lectores de Tunjuelito, se caracteriza “por una relación de despecho amoroso hacia su medio circundante, y que obviamente incluye a los libros y las bibliotecas y las instituciones que los administran”.
En este punto quiero introducir una mínima reflexión sobre la utilización de tecnologías virtuales y sus implicaciones para las políticas de fomento a la lectura y escritura, en particular la del programa que aquí nos ocupa. Según
el reciente estudio sobre “Hábitos de lectura, asistencia a bibliotecas y consumo de libros en Colombia, 2006”, hubo un descenso en la lectura y la adquisición de libros en Colombia en los últimos cinco años. Si en el año
2000 los lectores habituales leyeron 6 libros, en el 2005 solo leyeron 4,5 libros al año, lo que significó un descenso del 2,5%. Con todo y los problemas en el diseño de la encuesta que sustenta este estudio, llama la
atención de las instituciones y de los expertos de la promoción de la lectura
y la escritura. En el caso del Programa Clubes de Lectores, sin embargo, las cifras pueden interpretarse como una confirmación de que lo que está haciendo el programa le permite mostrar la tendencia opuesta al promedio nacional, pues se puede afirmar que lo mínimo que leen los miembros de cada club son diez libros al año. En este caso, el problema no son los resultados alcanzados, sino la cobertura del programa en una ciudad de
siete millones de habitantes.


Ahora bien, poca discusión y análisis ha suscitado uno de los datos más
interesantes que arroja la encuesta: la única forma de lectura que creció considerablemente fue la lectura en Internet: “Entre 2000 y 2005, el porcentaje de lectores en Internet pasó del 5% al 11%, crecimiento que fue aún mayor en Bogotá, donde prácticamente se triplicó”. Es cierto que la lectura en Internet se enfoca principalmente hacia propósitos funcionales, como apoyar el estudio o el trabajo, el entretenimiento, el encuentro, la actualización y la lectura de periódicos y revistas. Pero hay en la tecnología
un potencial para expandir el trabajo de los Clubes y las prácticas de
escritura de los mismos, así como su impacto en una población juvenil, muy relacionada con las tecnologías que afectan notablemente sus maneras de
ser y de narrarse como sujetos. Obviamente, la comunicación virtual no reemplaza los encuentros cara a cara, pero tal vez sea hora de proponer un portal para los Clubes de Lectores y comunicación interactiva de los
asistentes, acompañantes e integrantes en blogs para lograr combinar estrategias que les permitan aumentar su impacto.
En cuanto a los grupos poblacionales atendidos por los Clubes, la exploración nos mostró que los niños son frecuentemente el público
preferido por los acompañantes, pues, según lo manifestaron varios de ellos,
el trabajo de promoción de lectura con los niños resulta muy gratificante.
Sin embargo, ninguno de ellos se ha planteado la importancia de vincular a los padres de estos niños a los Clubes de lectura, de manera que el impacto logre cobijar el ámbito familiar en el que se desarrollan esos niños. La tarea
es conveniente –aunque no es fácil– si pensamos en que los padres, y en particular las madres, a menudo juegan un rol central en el desarrollo de las actividades socioeducativas y culturales y que, por lo tanto, pueden incidir discreta pero efectivamente en la movilidad social de las familias. El hijo de una madre analfabeta difícilmente logra salir de los márgenes de exclusión
que ello implica. Casos como el de Ignacio, narrado en el informe, son excepcionales.
Las percepciones y las prácticas desarrolladas por los diferentes grupos de actores del programa constituyen iniciativas que se adelantan desde


organizaciones de la sociedad civil y de los sujetos del programa en favor de
la promoción de la lectura y la escritura. En este sentido, ofrecen elementos para que las instituciones encargadas del diseño de las políticas públicas
sobre lectura y escritura puedan contrastar sus puntos de vista a partir de una experiencia con una concepción integral y compleja de la lectura y la escritura. Este programa ofrece un marco conceptual; es a la vez una
escuela de formación de mediadores; confronta teoría y práctica, y plantea metas a largo plazo. Quiero concluir este informe trayendo las palabras de Germán Rey (2007) a propósito de los resultados de la mencionada
encuesta:

Para un país lo que pase con la lectura es un asunto crucial. Porque, finalmente, no se trata solo de las posibilidades educativas que ofrece la lectura, sino de las implicaciones que las lecturas (en plural) tienen para la transformación de un
país. Lo que significa calidad de vida, acceso a información y cambios tecnológicos, fortalecimiento de la interculturalidad y la diversidad cultural, competitividad en mercados globales; pero también participación ciudadana, capacidad de deliberación y crítica, libertad de expresión y formación de las subjetividades. …En vez de tomar los datos aisladamente y romperse las vestiduras, lo que vale la pena es preguntarse sobre qué está ocurriendo en el paisaje cultural del país, en las modificaciones de la lectura tradicional y en el advenimiento de otras lecturas y otros modos de leer”.




Libros y do cument os de consu lta

Abreu, Marcia (2002). ¿Qué y por qué están leyendo los niños y jóvenes de hoy?,
Lecturas sobre Lecturas, No. 4, México D.F., Conaculta.

Agudo, Stella et ál. (2000). Interacción y competencia comunicativa. Experiencias
sobre lectura y escritura en la escuela. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia
y Ministerio de Educación Nacional.

Alape, Arturo (1995). La hoguera de las ilusiones. Bogotá: Planeta.

Alcaldía Mayor de Bogotá (2006). Lineamientos de política pública de fomento a la lectura, Decreto 133 de 2006: Bogotá, D.C.
Asolectura (2002-2006). Boletín Clubes de Lectores, Nos. 1 a 15.

(2005). Informe final Clubes de Lectores. Sin publicar.

_ (2005-2006). Propuesta para la continuidad del Programa Clubes de Lectores.
Sin publicar.

Clubes de Lectores: una propuesta de promoción de lectura y de reflexión sobre esta actividad: Marco teórico. Publicado en este libro.
Castrillón, Silvia (comp.). 2006. ¿Por qué leer y escribir? Bogotá: Instituto Distrital de
Cultura y Turismo. Colección Libro al Viento.

Colomer, Teresa (2004). El papel de la mediación en la formación de lectores.
México/Bogotá: Conaculta/Asolectura. Colección Lecturas sobre Lecturas, No. 1. Ferreiro, Emilia (2004). Acerca de las no previstas pero lamentables consecuencias de
pensar sólo en la lectura y olvidar la escritura cuando se pretende formar al lector.
México/Bogotá: Conaculta/Asolectura. Lecturas sobre Lecturas, No. 1

Ferreiro, Emilia (1999). “Conversaciones con Emilia Ferreiro”. En Cultura escrita y educación. Bogotá: FCE.
Larrosa, Jorge (2003). Entre lenguas. Lenguaje y educación después de Babel.
Barcelona: Laertes.

Larrosa, Jorge et al. (1995). Déjame que te cuente. Ensayos sobre narrativa y educación. Barcelona: Laertes.
Fundalectura, Ministerio de Cultura, Ministerio de Educación, Dane, Cerlalc, Cámara Colombiana del Libro, Idct (2006). Hábitos de lectura, asistencia a bibliotecas y consumo de libros en Colombia. Bogotá: Fundalectura.
Montes, Graciela. (1999) La frontera indómita. México. FCE.

Exploración cuali tativa de los Cl ubes de Lectores • Marcela Chaves


Petit, Michèle (1999). Nuevos acercamientos a los jóvenes y la lectura. México: FCE.

Ministerio de Cultura . “Plan Nacional de lectura y bibliotecas: Colombia crece leyendo”, documento en línea:
http://www.mincultura.gov.co
Sarland, Charles (1991). La lectura en los jóvenes: cultura y respuesta. Bogotá: FCE. Rey, Germán (2006). “La única lectura que crece en Colombia es la de Internet,
según resultados de una encuesta del DANE”, El Tiempo, Bogotá.